Imagínese la escena. Un hangar lleno de Spitfires, que requieren poco trabajo para hacerlos volables, y que te digan que elijas. Esa era la situación a la que se enfrentaban Harry Bailey, piloto jefe de pruebas de Rolls-Royce en Hucknall, Nottinghamshire, y Harold Green, superintendente del hangar de vuelo, en 1949. Se encontraban en el relativo lujo de un hangar climatizado en High Ercall, Shropshire, que contenía siete Spitfire XIV. Se les encomendó la tarea de seleccionar uno para propiedad de la empresa.
El resultado final fue la compra de un avión que representó a Rolls-Royce durante más de 40 años, antes de su trágica pérdida. Por el camino, apareció en la gran pantalla y en innumerables exposiciones, recordando cada vez más -al igual que el Rolls-Royce Heritage Flight actual- una famosa aplicación de motor del pasado. Pero cuando se cerró el trato, un MkXIV seguía siendo un activo de primera línea muy codiciado.
La historia previa de este fuselaje era bastante sencilla. Construido como un Spitfire FXIVe con el número de serie RM689, salió de los talleres de Vickers-Supermarine en Chattis Hill, Hampshire, durante el verano de 1944, siendo encargado y entregado inicialmente a la Unidad de Mantenimiento nº 39 en Colerne e…